Con la paralización económica experimentada desde el brote del coronavirus, la mayoría de los gobiernos de todo el mundo han tenido que recurrir a medidas de rescate financiero para paliar la crisis. En los países en desarrollo y particularmente en América Latina, los embates de la pandemia asestan un golpe aún más duro a las arcas públicas. Dificultades preexistentes como altos niveles de déficit fiscal, endeudamiento y volatilidad cambiaria hacen de las economías en desarrollo el blanco perfecto de las crisis mundiales, como en este caso, la desatada por el SARS-CoV-2.
En épocas de recesión, el Estado es el que debe afrontar las pérdidas y las demandas más urgentes de los ciudadanos, pero no resulta fácil encontrar los recursos necesarios para hacerlo. En estos casos, tomar deuda es una de las medidas que utilizan los gobiernos para mejorar rápidamente su liquidez.
Según las previsiones del Banco Mundial divulgadas en abril de 2020, se espera que la mayoría de los países latinoamericanos incrementen sustancialmente su deuda pública este año. La deuda de Brasil, por ejemplo, llegará a representar alrededor del 86% del producto interno bruto (PIB) a finales de 2020, tras enfrentar el peor brote de coronavirus de toda Latinoamérica. Entretanto, la deuda pública mexicana, que equivalía a casi un 45% de su PIB en 2019, aumentará nueve puntos porcentuales hasta llegar al 54%. Incluso países con relativamente bajos niveles de deuda en relación al PIB como Chile y Perú la incrementarán más de cinco puntos porcentuales este año.